sábado, 9 de noviembre de 2013

El primer monumento a un pastor fue erigido en Cuenca hace veintinueve años. Juan Lagarma Bernardes. 1960

El primer monumento a un pastor fue erigido en Cuenca hace veintinueve años. 
Juan Lagarma Bernardes. 1960


Esta entrevista ha tenido su punto de arranque en el estudio del escultor Marco Pérez enclavado en una de las más importantes arterias del señorial barrio de Salamanca, y durante las primeras horas de la mañana. En él pasa algunas, antes de comenzar sus diarias enseñanzas en la Academia de Bellas Artes  de San Fernando. Viene luego el necesario descanso, y de nuevo al estudio, y desde éste a su despacho, en la Central de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, de la que es Secretario. Así, en breves líneas, hemos resumido la jornada habitual de nuestro entrevistado.
El estudio de un escultor es, si hemos de describirlo en pocas palabras, una amplia estancia donde apenas queda sitio para colocar modelos en escayola, modelos a los que el tiempo ha cubierto con una pátina que empaña su primitiva brillantez y color. A ellos dedicó en su día toda su atención este artista, y entre unos y otros han pasado muchos años. En las paredes hay apuntes: unos hechos a lápiz y otros a tinta, a los que se ha protegido con cristales para alargarles la vida, sin duda porque son recuerdos muy permanentes para su autor. El silencio del estudio sólo lo turban unos levísimos golpes que uno de sus ayudantes da sobre la madera para conseguir una figura que copia de un modelo de escayola, mientras unos metros más hacia el fondo de la estancia, otro da los últimos toques a un grupo de carácter religioso, realizado en barro, y ante el cual el profano sigue con la mayor atención tan delicado trabajo, atención desde luego no superada por la que en él pone su creador. Y en este ambiente de arte, Marco Pérez ha contestado a mis preguntas rápidamente, sin el menor titubeo, mientras fumamos unos cigarrillos de tabaco negro. Queríamos saber para trasladarlo a las páginas de MEJORA, a fin de que desde ellas pueda ser conocido por nuestros ganaderos, cuanto se relaciona con una de sus obras, y en verdad que hemos conseguido plenamente nuestro  propósito. El diálogo se inició así:

-¿De quién partió la idea de erigir ese monumento?
- Fue mía, y me acompañó mucho tiempo hasta verla realizada. Quería, y lo conseguí al fin, exaltar a cuantos hombres se dedican día a día, con buen o mal tiempo, al duro trabajo del pastoreo, tan humildes, austeros y primitivos, con las características raciales de las gentes de Cuenca, mi provincia. Para mi significa, un homenaje personal a los pastores.

-¿Qué usted ha hecho extensivo a cuantos discurren por la tupida red de cañadas, veredas y cordeles que se extienden por España, o solamente a quienes cuidan los ganados en su provincia?
- En mi obra están simbolizados todos.

-¡Magnífico! ¿Quién sufragó su costo?
-El Ayuntamiento de Cuenca, pero siendo la idea mía, como antes le he dicho, yo comencé a modelarla sin pensar en quién sufragaría los gastos que habría de costar su realización definitiva, y al conocer el modelo en escayola el Alcalde Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de Cuenca, en 1929, don Cayo Conversa, se interesó por la obra y propuso a la Corporación, por indicación mía, fundirla.

-¿Invirtió mucho tiempo en terminarla?
-Como dos meses, fue fundida en bronce, y sus figuras sobrepasan en algo el tamaño natural, siendo su peso de unos ciento ochenta kilos.

-¿Tuvo modelo para el pastor?
-Sí, pero el conseguirlo no fue tarea fácil, ya que hube de recorrer varios pueblos de la serranía de Cuenca hasta encontrar el tipo que yo entendía había de servirme exactamente para mi obra, entre los que tan celosamente discurren por los montes de Valdecabras. Al fin, di con él, y aquí viene lo difícil, y lo difícil consistió en hacerle abandonar sus ovejas para que se trasladase a Cuenca, donde habría de posar, y creo que su decisión de acompañarme no la tomó hasta estar plenamente convencido de que uno de sus parientes se haría cargo del rebaño.

La charla queda cortada unos instantes, los necesarios para que Marco Pérez busque en una caja las fotografías que precisamos para ilustrar este reportaje, que él guarda con verdadero cariño, porque son únicas, y me aclara esto agregando que posee los clichés. Otro cigarro y el rosario de preguntas continúa.

 Fotos del Pastor de la Huesas del Vasallo en el taller de Marco Pérez.


-¿Recuerda la fecha en que fue inaugurado el monumento?
-Sí, el año 1931.

_ ¿Ha estado siempre en el mismo emplazamiento?
-No; primeramente fue colocado en la Hoz del Huécar, en el arranque de subida a la Catedral, que a mí me pareció un lugar magnífico, sobre una roca, con el fondo maravilloso de la hoz y las Casas Colgadas, y su traslado al lugar que hoy ocupa obedeció a seguir la opinión de muchas personas que quedaba algo alejado del centro de la ciudad. No obstante, creo que dentro de la población existen otros lugares más apropiados, con fondos y perspectivas más a tono con la obra.

El pastor de las Huesas del Vasallo cuando estuvo ubicado en la Plaza de Cánovas

-¿El atuendo del pastor fue obra suya o, por el contrario, obedece a que así tienen por costumbre vestir los de esas tierras castellanas?
-Es el propio de las gentes típicas de la serranía, y me pareció que su representación plástica era la propia, por lo que tiene de interés como vestimenta original.

-¿Ha realizado alguna otra escultura de tipo ganadero?
-Sí, algunas pequeñas estatuillas de pastores, en bronce, y también en barro cocido.

El diálogo se corta nuevamente porque el escultor me habla, encariñado con la labor de estos guardadores de ganados, de esos otros que desde las sierras septentrionales emprenden anualmente sus marchas hacia las tierras de Extremadura, en largas jornadas, por los caminos pecuarios, como tantos otros, desde hace siglos.

-Sé que su obra fue premiada en la Exposición Nacional de 1930 con la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. ¿Esperaba usted esa recompensa?
-No, ciertamente. Mi idea fue sólo la de concurrir, y por tanto, el premio constituyó para mí una sorpresa.

- Aparte del mérito artístico en la concesión del tal galardón, ¿tuvo alguna influencia la novedad de una obra dedicada a un pastor?
-Lo ignoro.

-¿Se encuentra satisfecho de ella? Si la tuviese que volver a hacer, ¿introduciría algunas modificaciones?
- Sólo puedo decir que la hice con toda mi ilusión, y quizá ahora no realizaría ninguna innovación.

-Dígame maestro ¿qué parte de la obra considera usted la más interesante; la cabeza del pastor, sus manos, su atuendo o los animales?


-Desde luego está pensada en conjunto, pero la cabeza y los animales creo están muy conseguidas.


-¿Existe alguna obra sobre este tema en España?
-No, que yo sepa. En el extranjero me consta que existen algunas, pero no puedo precisar los países donde han sido erigidas.

A propio intento he dejado para el final la pregunta relacionada con la cifra que el autor percibió por su escultura, y su contestación es ésta:
-El Ayuntamiento de Cuenca pagó los gastos de su realización, y la Excelentísima Diputación me concedió una pensión de un total de veinte mil pesetas para continuar mis estudios.

Un nuevo cigarro, pero éste lo encendemos ya en plena calle, por la que seguimos hablando de las cosas del campo, que tanto nos entusiasman a ambos, mientras que mi interlocutor se dirige hacia su clase diaria y yo a sentarme frente a la mesa de trabajo para poner en orden las notas tomadas que han servido para componer este reportaje sobre la primera escultura erigida en España, en esta España pecuaria, a uno entre los cientos de fieles guardadores de ganado lanar.


                                                                                        Juan Lagarma Bernardes 




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